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En medio del creciente sentimiento antiisraelí en universidades de la Ivy League como Harvard y Yale, algunos padres judíos están prometiendo no enviar a sus hijos allí, y comentaristas como Bill Maher y Ben Shapiro lo alientan.
Esto está mal. Las consideraciones económicas de invertir en una educación de la Ivy League son sólidas, ya que las familias deben sopesar la carga financiera frente a los posibles beneficios a largo plazo.
Pero boicotear estas instituciones es contraproducente. Si eliminamos las voces judías, sólo reforzaremos las narrativas unilaterales sobre Israel y las cuestiones judías. En lugar de aliviar el problema, este enfoque refuerza la cámara de eco.
Una bandera israelí ondea durante la Marcha por Israel en el National Mall el 14 de noviembre de 2023 en Washington, DC. (Alex Wong/Getty Images)
Estas escuelas de la Ivy League, a pesar de su sesgo antiisraelí, son centros influyentes que moldean las mentes de los líderes del mañana. Las voces proisraelíes ya están subrepresentadas. Por lo tanto, es importante que los estudiantes asistan a estas universidades para ofrecer contranarrativas y perspectivas personales que desafíen los prejuicios prevalecientes.
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Si bien existen preocupaciones genuinas sobre la seguridad de los estudiantes judíos, a menudo surgen de incidentes aislados y también existen en universidades que no pertenecen a la Ivy League. Las universidades están abordando estos problemas de manera proactiva a través de medidas y políticas de seguridad mejoradas que promueven un entorno seguro.
Además, el miedo no debería impedir que los estudiantes judíos asistan a estas universidades o expresen sus opiniones. Por ejemplo, Netanel Crispe, un estudiante judío ortodoxo de Yale, lució con confianza una bandera israelí en una manifestación pro-palestina y coreó repetidamente «Am Yisrael Chai» («Viva el pueblo de Israel»). No parecía preocupado por su seguridad al mostrar públicamente su identidad.
La decisión de los donantes de retirar la financiación es completamente lógica. Esto sirve como una forma de presionar a la universidad para que cambie su posición. Nadie debería apoyar una donación en una universidad que entre en conflicto con sus valores.
Sin embargo, optar por no ingresar a estas universidades no afectará sus ingresos por admisiones porque constantemente reciben muchas más solicitudes de las que pueden aceptar. Independientemente de la decisión de algunos estudiantes de no asistir, estas instituciones mantendrán sus ingresos por admisiones admitiendo una cierta cantidad de estudiantes cada año.
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Los estudiantes judíos de estas universidades son fundamentales para contrarrestar la desinformación y los prejuicios contra Israel. Pueden liderar o unirse a grupos proisraelíes, fomentar el diálogo constructivo con sus pares y profesores y abogar por puntos de vista más matizados en el debate palestino-israelí.
Históricamente, la tradición judía se nutre del debate y el conocimiento. Interactuar con puntos de vista disidentes a menudo conduce a una comprensión más profunda y a una promoción más sólida. Esta tradición de dialéctica es lo que representa el Talmud. Al ser parte de estas instituciones académicas, los estudiantes judíos pueden continuar esta tradición y contribuir significativamente al discurso del campus.
Boicotear las escuelas de la Ivy League no cambiará su actitud hacia Israel. El cambio positivo se produce a través de un mayor compromiso y representación. Es mejor que los estudiantes y profesores trabajen dentro de estos sistemas para defender perspectivas equilibradas.
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La presencia de estudiantes judíos en estas universidades es la declaración más fuerte contra el antisemitismo y el prejuicio antiisraelí, y demuestra resiliencia y compromiso para defender sus creencias. También brinda apoyo esencial a otros estudiantes judíos que puedan sentirse aislados en estas circunstancias.
Al alentar a los estudiantes judíos a asistir a estas instituciones, estamos invirtiendo en futuros líderes. Sus experiencias en estas universidades moldearán sus perspectivas y los equiparán para defender eficazmente las causas israelíes y judías en sus vidas profesionales.
De hecho, las escuelas de la Ivy League han sido el alma mater de innumerables partidarios influyentes de Israel, como el graduado de la Universidad de Pensilvania, Ron Dermer, quien sirvió como embajador de Israel en Estados Unidos y fomentó las relaciones diplomáticas. Dara Horn, graduada de Harvard que incorporó temas judíos en sus novelas. Jared Kushner de Harvard, quien jugó un papel clave en los Acuerdos de Abraham. Dan Senor, de la Escuela de Negocios de Harvard, coautor de Start-Up Nation, que destaca los avances tecnológicos de Israel.
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La lista podría continuar para siempre. Sus recorridos muestran el impacto que pueden generar quienes estudian en estas instituciones.
Los temores de que los estudiantes se vean influenciados por prejuicios antiisraelíes subestiman su capacidad para pensar críticamente y mantenerse firmes en sus creencias. Las opiniones predominantes en los campus a menudo reflejan tendencias transitorias en el activismo grupal en lugar de ideologías matizadas profundamente arraigadas. Este clima permite a los estudiantes judíos obtener una comprensión sólida de los puntos de vista opuestos y articular sus propias perspectivas con mayor claridad y confianza.
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